Son las cinco de la tarde y empieza el ritual.
Antes de sentarme, miro por el ventanal al cielo, pequeñas nubes lo surcan. Abro la ventana y una ligera brisa procedente del mar me embriaga en un primer momento, pero pronto noto su frescor y la cierro. A lo lejos veo una niña que lleva un enorme perro, tira de una correa con esfuerzo, casi no puede con él. Contemplo el lugar donde no hace más de un año todo era verde, y hoy es un lugar en construcción perpetua.
Hoy he tenido suerte, una serie de pequeñas cosas se han aliado para ofrecerme tiempo. Es hora de empezar.
Leo “Las ovejas de Glennkill”. Me lo ha regalado un querido amigo y por eso he escrito su nombre y agosto de 2007 en él. Me gusta este pequeño homenaje a su cariño y ser lo primero que vea cuando lo abro. Me detengo hoy en mis letras manuscritas y en lo que significan.
No suelo hacerlo pero ayer subrayé unas frases del libro:
-. No sabemos si los hombres tienen alma
-. Toda oveja sabe que el alma se encuentra en el sentido del olfato. Y los hombres no tienen buen olfato.
Me sonrío, pienso que quizás las ovejas tengan razón e incluso pienso en escribir algo al respecto, pero no quiero perder el hilo y lo dejo para otra ocasión.
Pronto me sumerjo en las letras, me dejo cubrir por ellas y todo lo demás se olvida. Es potente el efecto de un libro. Sigo leyendo…………..
© 2007 Alma
0 hablaron con Alma:
Publicar un comentario
di lo que quieras, estás en tu casa