manual para una infancia rota

Llamaron a medianoche, sabían que él estaría en casa. Eran tres, dos hombres y una mujer, iban de paisano. Antes de entrar enseñaron su placa y pidieron ver el ordenador. Nos enseñaron la orden. Asustado les llevó a su despacho, no entendía nada. Yo espiaba en la oscuridad tras la entreabierta puerta de mi habitación, sabía lo que iban a encontrar en el portátil, yo misma lo puse allí con ayuda de Roger. Entre ficheros cuidadosamente encriptados verían fotos de niños humillados y repetidamente violados, videos compartidos y altos ingresos en su banco procedentes de la venta. Abatido, movía la cabeza una y otra vez, repitiendo la misma cantinela, que hacía días que no tocaba el ordenador, pero no iban a encontrar otras huellas que no fueran las suyas. Después de esposarle se lo llevaron balbuceante sin acertar a despedirse de mi madre. Ojalá se pudra en la cárcel, ni aún así pagará todos los abusos de estos últimos años. Pienso ir a visitarle en su celda, allí le contaré que aprendí mucho en las clases de informática que me pago por su mala conciencia, le contaré que allí conocí a Roger y que con su ayuda, cumplí mi venganza.

ilustración de Cesar G. Pola

© 2009 Alma